sábado, 8 de marzo de 2025

        CAPÍTULO 5. BENEFICIOS DE LA FELICIDAD

Juan Moisés de la Serna Si se habla de felicidad se puede pensar que se trata de una experiencia íntima y personal, pero cuando convivimos con otro, es difícil alcanzar esa felicidad solos. Lo normal es que se trate de un “trabajo conjunto”, y que ambos puedan encontrar y compartir esa felicidad. Lo contrario, la búsqueda individual, no sólo va a ser un “trabajo” más arduo, sino que incluso puede verse entorpecido por una convivencia inadecuada, donde existan intereses diferentes. Al igual que sucedía con respecto a las enfermedades físicas y psicológicas, en que su presencia impedía alcanzar estados adecuados de felicidad, una convivencia problemática va a tener los mismos efectos negativos. Por lo que antes de ponerse en camino hacia la felicidad, sería conveniente hacer lo posible por mejorar la convivencia con la persona con la que se comparte la vida. 

Una de las dificultades que se encuentran a veces las parejas es a la hora de expresar emociones y de sentirse comprendidas, lo que repercute en la calidad de la propia relación. Cuando uno da el paso de convivir con otra persona asume que va a tener que realizar muchos cambios en su vida, ya no tiene que mirar por sí mismo sino por los dos, sobre todo si está pensando formar una familia y crear un proyecto de vida juntos. Es cierto que esa relación va a tener que pasar por momentos de dificultad, y por supuesto por momentos buenos que son los que se buscan, pero es precisamente en los primeros donde se comprueba la solidez de la pareja al enfrentarse y superar las trabas económicas o sociales por las que se pueden encontrar, pero todo ello solamente se puede conseguir si existe una buena comunicación entre ambos. Muchos son los factores que pueden afectar a la salud de la pareja, incluido los deseos y necesidades de cada uno de los dos, pero también las presiones y demandas sociales de familiares y personas allegadas, así como las dificultades y carencias económicas que se puedan presentar. Igualmente, la pareja debe de ir adaptándose a los nuevos cambios de roles que les toca asumir cuando llega “la prole”, teniendo que adoptar el papel de papá o mamá, ahora con nuevas obligaciones de cuidado y protección del nuevo miembro de la familia. También, y con los años, cada uno de los miembros va a ir viendo cómo van cambiando sus intereses, e incluso sus posibilidades de desarrollo profesional y personal, que hay que tratar de mantener a la par con los de la pareja, si es que se quiere conservar esta, quedando por encima de las individualidades.




Pero de nada sirve los esfuerzos y sacrificios por la pareja si no existe un mínimo de diálogo, donde se puedan expresar las necesidades y deseos, con lo que hablar y poder llegar a acuerdos entre ambos, de forma que se busque un punto de equilibrio entre la vida profesional, personal y la familiar, pero ¿Expresar emociones mejora las relaciones de pareja? Esto es precisamente lo que se ha tratado de averiguar con una investigación realizada desde la Universidad Islámica Azad y la Escuela de Ciencias Médicas de la Universidad Baqiyatallah (Irán) cuyos resultados han sido publicados en la revista científica Journal of Behavioral Sciences in Asia. En el estudio participaron trescientas personas, de los cuales la mitad eran mujeres, en todos los casos fueron parte del personal de la administración que desempañaban tareas como maestros en la enseñanza secundaria.

A todos ellos se les administraron cuatro cuestionarios, uno relativo a la satisfacción marital a través de un cuestionario estandarizado denominado Enrich Marital Satisfaction Questionnaire, y tres con respecto a la evaluación de las emociones, uno sobre la capacidad de expresión de las mismas a través del cuestionario estandarizado E.E.Q. (Emotional Expressiveness Questionnaire), otro sobre el autocontrol emocional con el E.C.Q. (Emotional Control Questionnaire) y el último sobre la claridad en la expresividad emocional a través de Ambivalence Over Emotional Expressiveness Questionnaire, con lo que analizar qué se siente, si lo expresa o no, y de hacerlo, cómo lo hace. También se registraron variables de tipo demográficas como número de hijos, de años que lleva la pareja junta y de personas que conviven en el domicilio.

Los resultados muestran una relación significativa entre la satisfacción de la relación de pareja y las habilidades comunicativas emocionales, aunque esta relación significativa únicamente es con respecto a la expresión de las emociones, es decir, en las relaciones que se expresan las emociones se sienten más satisfechos y al revés. En cambio, cuando existe un mayor autocontrol de las emociones y no se expresa, se produce insatisfacción en la pareja, al igual que cuando las emociones expresadas son ambivalentes o poco claras. Algo que puede parecer obvio en una pareja pero que en ocasiones no se tiene en cuenta a la hora de cultivar las relaciones íntimas, dejándose de hablar y expresar las propias necesidades y sentimientos.De ahí que una parte fundamental de la labor del terapeuta de pareja sea conseguir que los miembros hablen y expresen sus inquietudes y emociones, lo que, como se ha observado en el estudio, va a tener un efecto directo en la mejora de la satisfacción de la pareja. Aunque en el estudio se recoge el número de años de convivencia de las parejas, este dato no ha sido empleado para separar entre los que llevan poco o muchos años de relación, con lo que no informa si estos efectos significativos se mantienen o varían con el tiempo. Hay que tener en cuenta que no se trata de una investigación en el que se haya realizado una intervención para mejorar las habilidades  comunicativas, necesario para poder concluir que efectivamente influye significativamente en la calidad de la pareja. Es por ello que se precisa de nuevos estudios donde se “manipulen” las variables comunicativas y se observen los resultados comparados con un grupo control, para comprobar si efectivamente se produce un mejoramiento o empeoramiento de la calidad de las relaciones de pareja, en función del grupo al que ha sido asignado.

Además en la selección de los participantes se mantienen unas circunstancias muy concretas como es la de ser maestros de enseñanza secundaria y casados, lo que limita el estudio a corroborar lo que sucede en esta población, pudiendo encontrarse diferencias con respecto a personal público en otros trabajos e incluso a personal no funcionario, por lo que no se puede entender que el nivel educativo, económico y de seguridad laboral represente ni siquiera a la totalidad de la población objeto de estudio. Igualmente hay que tener en cuenta el reducido número de participantes y que todos compartían una misma localización geográfica y cultural, asociada a oriente, por lo que los resultados se pueden considerar válidos dentro de su cultura, siendo necesarios nuevos estudios en otras latitudes para poder concluir al respecto. 

<<Muchas parejas hoy en día están trabajando y haciendo más de lo que han imaginado que harían. Aproximadamente en el 70% de los matrimonios estadounidenses, ambos miembros trabajan fuera del hogar. Esto puede aumentar los ingresos, pero puede también aumentar el estrés, la fatiga y la tensión en las relaciones. Durante los últimos 20 años, se ha convertido en la norma que los dos trabajen fuera del hogar. Este a menudo da paso a que los miembros de la pareja trabajen menos constantemente en equilibrar su relación con su vida laboral.La buena noticia es que muchas parejas con exceso de trabajo parec enafrontar el estrés muy bien. La mala noticia es que las estrategias que utilizan para hacer frente al estrés puede no hacer mucho para fortalecer sus matrimonios. Esto se debe a que lidiar con el estrés es a menudo más que sobrevivir como pareja, se trata de promover relaciones saludables. Cuando experimentamos estrés también tenemos una tendencia a centrarnos más en nosotros mismos que en otras personas, nuestra pareja incluida. Estar preocupados por uno mismo no contribuye a un matrimonio saludable.

Seamos realistas, la paternidad es un trabajo a tiempo completo, y cambia dramáticamente la relación matrimonial. Pero el matrimonio es la base sobre la que toda familia está estructurado. Si su matrimonio es fuerte, toda la familia será fuerte; su vida será más tranquila, podrá ser un mejor padre, y usted, simplemente, tendrá más alegrías en su vida. Haga un compromiso. Para crear o mantener un matrimonio fuerte tendrá que dar el primer paso crítico: Usted debe estar dispuesto a poner tiempo, esfuerzo y pensamiento en la crianza de su matrimonio.>> Dr. Quazi Imam, Director Médico del Hospital Arlington Memorial (EE. UU.) 

Uno de los conceptos asociados a la felicidad es la psicología positiva la cual se ha mostrado como una de las ramas de psicología más actuales y prácticas, en donde se busca mejorar la calidad de vida de la persona. Cambiando el modelo teórico pasando de la psicología clínica a la psicología positiva, donde ya no se busca ayudar a los pacientes con alguna psicopatología, si no tratar de que cualquier persona pueda encontrarse bien consigo mismo y con los demás, y que aprenda las herramientas del éxito personal, que le conducirán a la felicidad.

Quizás expuesto así parezca muy lineal, pero la idea original de los planteamientos de la psicología positiva era precisamente alcanzar la tan ansiada felicidad por parte de la sociedad. Y todo ello gracias a algo tan simple como cambiar la perspectiva del individuo, es decir, sus pensamientos, con la convicción de que, si se ven alterados estos, también lo hará su forma de sentir y al final su comportamiento. A raíz de ello ha surgido una sub-rama dedicado a la aplicación en las organizaciones, en lo que se ha denominado como P.O.B. (Positive Organizational Behavior), a través de este se buscan que los trabajadores sean empleados felices con lo que hacen, pues se ha visto que esto es la mejor fuente de motivación que conduce a una mayor productividad y eficacia en su desempeño. A pesar de las grandes diferencias en cuanto a sus objetivos y el "personal" que emplean, los centros educativos son organizaciones que pueden beneficiarse de las aportaciones de la P.O.B., luego ¿Puede la Psicología Positiva mejorar las calificaciones de los alumnos? Esto es precisamente lo que se trata de responder con una investigación realizada por la Universidad de Hittite (Turquía) cuyos resultados han sido publicados en la revista científica Journal of Advanced Management Science. En el estudio participaron doscientos veintinueve estudiantes con edades comprendidas entre los 15 a 35 años, de los cuales el 46,3% eran mujeres. 

A todos los participantes se les administró un cuestionario estandarizado denominado Psychological Capital Scale donde se evaluaban cuatro factores: Optimismo, Autoeficacia, Resiliencia y Esperanza, y todo ello se analizó comparando con los resultados académicos alcanzados por cada estudiante

Los datos muestran que únicamente la Autoeficacia y la Esperanza son significativamente diferentes entre los alumnos exitosos y no exitosos. No encontrándose diferencias en cuanto a la Resiliencia y el Optimismo a la hora de determinar el éxito académico. Por lo que, desde la Psicología Positiva, y basándose en estos resultados, debería de hacerse mayor hincapié en estos dos factores que resultaron significativos, la visión de Autoeficacia de uno mismo y la Esperanza en la consecución de los objetivos personales que se marcan. A pesar de los buenos resultados mostrados en el estudio, se podría haber planteado un grupo control y otro en donde se manipulase alguna variable, como recibir al inicio del curso clases de autoestima o de orientación de la psicología positiva, para comprobar si al final del curso había diferencias en el desempeño en función de que se hubiese recibido o no esas clases. 

A pesar del gran número de participantes, estos se circunscriben a una población muy concreta, estudiantes de Turquía, queda por lo tanto por comprobar si en otras poblaciones se mantienen los mismos resultados. Este es un ejemplo de cómo se puede conseguir la felicidad en aquello que se hace, interviniendo en el puesto de trabajo o en el centro de estudio, para lo cual es preciso conocer qué variables van a estar afectando. La felicidad por tanto no es algo que se deba de buscar en un lugar aislado, como un centro de retiro o en un monasterio, se puede conseguir en el lugar donde se viva, con las personas que se conviva, siempre y cuando se empleen las estrategias adecuadas para mejorar en aquello que se hace y con ello conseguir una mayor satisfacción al lograr los objetivos personales, y todo ello gracias a la Psicología Positiva. 



martes, 25 de febrero de 2025

 La ciberconducta y la psicología educativa: retos y riesgos

El cyberbullying es un fenómeno complejo, difícil de definir y comprender y a su vez con graves implicaciones sociales y personales. Por ello, se están realizando grandes esfuerzos para avanzar en esta línea de investigación emergente que está siendo muy fructífera a nivel nacional e internacional. No obstante, dada su complejidad y la rápida evolución de las tecnologías de información y comunicación, existe la necesidad de avanzar y profundizar aún más en su estudio. El trabajo científico en este campo se ha realizado, sobre todo, desde la psicología educativa.

 y sus hallazgos son la base para las primeras intervenciones psicoeducativas. Para promover el avance de este campo y la transferencia de conocimiento a la práctica profesional, este artículo introductorio describe brevemente la investigación sobre el ciberacoso junto a las cuestiones que todavía quedan por explorar e introduce el monográfico internacional sobre la ciberconducta y la psicología educativa. Este monográfico, publicado en el presente número de la revista Psicología Educativa, tiene como objetivo contribuir al desarrollo de este campo científico emergente. 

El bullying es un fenómeno ampliamente estudiado a nivel internacional y también a nivel nacional, lo que ha permitido que el sistema educativo incorpore el conocimiento de la psicología educativa sobre este problema, con el beneficio que ello puede estar teniendo para la calidad de la educación escolar y familiar. Hay que afirmar desde el principio que en este proceso de desarrollo del conocimiento sobre el fenómeno del acoso escolar la protagonista ha sido la ciencia psicoeducativa. Efectivamente, tanto la investigación como los agentes prácticos de la psicología de la educación han sido hasta el momento los factores que más han contribuido al desarrollo de este campo de la ciencia psicológica. A pesar de que esta línea de investigación surgió hace sólo unas décadas (Zych, Ortega-Ruiz y Del Rey, 2015a), desde el comienzo el interés sobre la misma siempre ha estado vinculado a la práctica psicoeducativa para intentar prevenir o paliar sus efectos (Ttofi y Farrington, 2011). 





El gran interés por parte de la comunidad científica sobre estos problemas se debe a que la lectura que los investigadores realizan sobre él incluye el análisis de sus graves implicaciones sociales y personales (Gámez-Guadix et al., 2013, Zych et al., 2015b), incluyendo serias consecuencias a largo plazo halladas en estudios longitudinales (Ttofi y Farrington, 2012). Con el gran auge de las tecnologías de información y comunicación, ha aparecido una nueva forma de violencia entre iguales, el cyberbullying, que ha sido definido como agresión injustificada ejercida de manera intencional mediante los dispositivos electrónicos por individuos o grupos contra los que la víctima no puede defenderse fácilmente (Smith et al., 2008). Para diferenciar el cyberbullying de otro tipo de agresión se ha resaltado la importancia de los criterios de repetición y/o permanencia en la red, daño, intencionalidad y desequilibrio de poder (Patchin e Hinduja, 2015). Se trata de un fenómeno complejo difícil de definir y, por ello, se han realizado esfuerzos para describirlo, comparando incluso las definiciones entre diferentes contextos y países (Menesini et al., 2012). El hecho incontestable es que el ciberacoso comienza y se mantiene en redes sociales que surgen de contactos personales generados en el escenario de la vida social directa de los escolares, que es trasladada de forma sencilla y rápida a una vida social cibernética utilizando los rápidos y eficaces dispositivos digitales. Evidentemente la estructura social de participación en redes virtuales no es una copia de la red social más o menos informal que cada uno tiene en su vida social, pero existe un entrecruzamiento o solapamiento de las redes sociales directas y las virtuales que nos permite afirmar que la dimensión de la ciberconducta es ya una parte más de las líneas de vida relacional de todos nosotros y muy especialmente de los niños y niñas y adolescentes.





 A pesar de los avances en el estudio de la naturaleza del acoso y el ciberacoso, junto con los factores de riesgo y de protección (Álvarez García et al., 2015, Baldry et al., 2015, Buelga et al., 2015) y algunas intervenciones a nivel nacional (Garaigordobil y Martínez-Valderrey, 2015, Ortega-Ruiz et al., 2012) e internacional (ver, por ejemplo, la reciente revisión sistemática de Della Cioppa, O’Neil y Craig, 2015), todavía queda mucho camino por recorrer. No cabe duda de que se trata de un fenómeno muy complejo y que debe considerarse desde una perspectiva ecológica (Cross et al., 2015). Dado que nos colocamos en el ámbito disciplinar de la psicología educativa, la complejidad adquiere dimensiones más profundas porque al análisis teórico-conceptual y metodológico hay que añadir el análisis psicoeducativo y de la psicología práctica. Es evidente que en cualquier aportación que se realice en este campo hay que incluir la necesidad de describir en mayor profundidad las estrategias de afrontamiento (Raskauskas y Huynh, 2015), pues la duración, la severidad y el impacto emocional no son iguales para todas las personas implicadas (Ortega et al., 2012). También es necesaria la clarificación más profunda de los factores de riesgo y de protección (Kowalski, Giannetti, Schroeder y Lattanner, 2014), sin los cuales los profesionales de la psicología escolar, y en general educativa, no estarían en condiciones de valorar la importancia que para su actividad tiene la comprensión y la relevancia de la intervención preventiva y paliativa. 

La aportación de transferencia de conocimiento más importante que se ha hecho desde la investigación a la práctica profesional en este tema ha sido lograr que los profesionales de la psicología educativa asuman que es un asunto de su competencia. Quizás por la gran alarma social que genera el fenómeno de cyberbullying, la mayoría de los trabajos científicos sobre las relaciones interpersonales que establecen y mantienen los escolares en el ciberespacio se ha centrado en sus aspectos negativos. No obstante, cabe resaltar que los entornos virtuales también pueden ser espacios idóneos para fortalecer la amistad (Amichai-Hamburger, Kingsbury y Schneider, 2013), convirtiéndose su estudio en una fuente de desarrollo de prácticas de mejora de la convivencia. En este sentido, en los últimos años, en el marco de los trabajos sobre mejora de la convivencia, se ha comenzado el estudio de estas relaciones desde una perspectiva positiva, proponiendo el constructo de ciberconvivencia (OrtegaRuiz, Casas y Del Rey, 2014), que supone el reconocimiento de la existencia de relaciones interpersonales positivas en contextos virtuales, donde las personas muestran actitudes prosociales, diálogo y respeto mutuo, junto a la necesidad de que los agentes que intervienen en el ámbito escolar asuman que se puede avanzar en la mejora de las redes sociales virtuales en las que participan los escolares (Spears et al., 2013). 

Para que la ciberconvivencia sea posible, es necesario educar al alumnado de todos los niveles escolares en el uso seguro de las tecnologías de información y comunicación, sobre todo en los principios morales y éticos en contra de la violencia. Esta educación debe basarse en los resultados de rigurosos estudios científicos sobre dicha temática. Solo cuando se comprende bien un fenómeno, conociendo cuál es el estado de la investigación en este momento, los profesionales de la psicología de la educación pueden sentirse seguros de que realizarán sus diseños de intervención sobre una base sólida de comprensión de la naturaleza del problema. Ello ha motivado el esfuerzo de realización de este monográfico internacional. Este ha sido diseñado para avanzar en este campo de estudio emergente, y a su vez con gran demanda social, ofertando un conjunto de trabajos científicos que abordan aspectos de la ciberconducta y sus riesgos, proporcionando información que puede ser muy útil al profesional de la psicología educativa.

El primer artículo de este monográfico, de nuestra autoría (Zych, Ortega-Ruiz y Marín-López, 2016), muestra los resultados de una revisión sistemática sobre el cyberbullying en España. Los primeros trabajos sobre este fenómeno han aparecido en nuestro país en la primera década de este siglo y desde entonces su número ha aumentado de manera exponencial. A través de los artículos sobre el tema se muestra que se trata de un fenómeno muy complejo y difícil de definir y evaluar. Se realiza una revisión de los instrumentos para su evaluación y la prevalencia encontrada a través de cada uno de ellos y, finalmente, se dibuja un panorama de este campo de estudio en nuestro país. Los hallazgos de esta revisión sistemática muestran que se trata de una línea de investigación emergente en la que se ha avanzado mucho y a su vez resulta necesario profundizar en su estudio en los próximos años.

Teniendo en cuenta esta necesidad de profundizar en este campo científico, resulta importante describir la prevalencia del cyberbullying en diferentes países, las características de los implicados y la relación existente con el bullying en relaciones cara a cara. De hecho, uno de los debates entre los investigadores en este campo versa sobre la posible inclusión del cyberbullying dentro del espectro de las formas y manifestaciones del bullying o, por el contrario, la necesidad de tratarlo como un fenómeno diferente. En esta línea, Baldry, Farrington y Sorrentino (2016) aportan información relevante en respuesta a estas cuestiones, describiendo la prevalencia y las diferencias de género en la implicación en el cyberbullying en Italia, en una muestra de más de 5.000 adolescentes. Igualmente, los resultados de este estudio muestran que existe solapamiento entre el bullying y el cyberbullying y que la prevalencia de la cibervictimización es igual en chicos y chicas, mientras que la implicación en ciberagresión y el rol de ciberagresor victimizado es mayor en chicos. Desde Grecia, el trabajo realizado por Antoniadou, Kokkinos y Markos (2016) describe las características de las personas implicadas en el cyberbullying y su relación con los roles en el bullying tradicional. En este estudio, se encontró que había alumnos involucrados en ambos fenómenos y que en esos casos la mayoría asumía roles opuestos en el bullying y el cyberbullying. Los autores describen también una serie de variables relacionadas con la implicación en ambos fenómenos, encontrando que los factores predictores de la ciberagresión fueron el género masculino, la actividad y desinhibición online y rasgos psicopáticos. Para la cibervictimización, las variables predictoras fueron la desinhibición, la asertividad y las relaciones de iguales.

La mayoría de los estudios sobre el cyberbullying se ha llevado a cabo con adolescentes y a pesar de la preocupación social todavía son pocos los trabajos que se han llevado a cabo en las escuelas de primaria. En psicología educativa suele pasar que descubierto un problema y ante la virulencia que éste adquiere en los años de la adolescencia se olvide que dicho fenómeno también está presente en los años de la escolaridad primaria. Por ello es importante no olvidar que tanto el bullying como el cyberbullying están presentes en este tramo de edad y en la escuela primaria, especialmente en el último ciclo de esta etapa educativa. Además, existe la necesidad de profundizar en el conocimiento sobre el rol de los padres y las madres y del profesorado en la prevención e intervención en dicho fenómeno. En esta línea, Monks, Mahdavi y Rix (2016) proporcionan información relevante basada en un estudio de grupos focales con el alumnado, las madres y el profesorado de escuela primaria. Los resultados muestran que existe preocupación con el fenómeno ya en esta etapa educativa. Los principales temas versan sobre los factores relacionados con la aparición del cyberbullying, las características de los implicados, la afectación y la supervisión por parte de las personas adultas.

Hasta la fecha, la mayoría de los trabajos sobre el cyberbullying se han llevado a cabo mediante estudios descriptivos y autoinformes. Estos diseños e instrumentos son muy útiles cuando se pretende recoger un gran número de datos y describir el fenómeno en diversas poblaciones, pero también tienen sus inconvenientes, puesto que la información que proporcionan se basa en la percepción de la persona encuestada. Por ello, es fundamental utilizar también otro tipo de metodología, como son los experimentos con medidas psicofisiológicas, todavía poco comunes en este campo científico. En esta línea, Caravita, Colombo, Stefanelli y Zigliani (2016) describen los resultados de dos estudios experimentales en los que se han medido las respuestas emocionales, psicofisiológicas y conductuales ante la exposición a vídeos con situaciones de cyberbullying. Estas autoras encontraron que el hecho de observar situaciones de cyberbullying produce estrés y emociones negativas en comparación con situaciones neutras y prosociales. La comparación de las respuestas de estrés y emociones negativas ante las situaciones de bullying cara a cara y el cyberbullying muestra que éstas son más fuertes en las primeras. 

Cabe resaltar que el cyberbullying no es la única forma de agresión que pueden sufrir las personas en el ciberespacio y que existen otros fenómenos violentos cuya descripción todavía debe hacerse en más profundidad. Además, existe la necesidad de encontrar relaciones entre el cyberbullying y estos fenómenos de naturaleza diferente y a su vez similar. Entre éstos, el acoso sexual cibernético (cybergrooming) despierta cada vez más interés. Dentro de este campo, Wachs, Jiskrova, Vazsonyi, Wolf y Junger (2016) describen el fenómeno en una muestra internacional de más de 2.000 adolescentes procedentes de Alemania, Países Bajos, Estados Unidos y Tailandia. Estos autores han encontrado que el cybergrooming está presente en todos estos países, si bien existen ciertos matices entre diferentes zonas geográficas. La baja autoestima y la victimización por cyberbullying se relacionan con el mayor riesgo de cybergrooming.

También en un contexto internacional, el último artículo de este monográfico incluye una propuesta de evaluación del bullying y del cyberbullying. Teniendo en cuenta la necesidad de avanzar en este campo científico y las dificultades a la hora de describir y evaluar estos fenómenos, el artículo de Ortega-Ruiz, Del Rey y Casas (2016) es un avance muy importante en este sentido. Gracias a la aportación de estos autores, se dispondrá de una herramienta validada que hará posible la comparación entre la implicación en ambos fenómenos yen distintos países europeos. Además, existe la necesidad  metodológica sino también social y educativa de disponer de instrumentos de medida fiables y convenientemente validados para amplios sectores de la población, y en este sentido es importante que dicha validación tenga una dimensión internacional o al menos europea. El instrumento que se presenta y ofrece a los profesionales de la psicología de la educación dispone de dichas características. Validado en una amplia población de escolares europeos entre los que se ha incluido desde el principio a los escolares españoles, es hoy una de las herramientas de diagnóstico de la prevalencia tanto del bullying como del cyberbullying que más confianza genera. Hacerlo público en esta revista que aspira a ser, o ya lo es, el órgano de difusión de los profesionales de la psicología educativa en nuestro país ha sido una motivación importante de este monográfico Todos estos trabajos suponen un avance en el estudio de la ciberconducta relacionada con la educación que creemos útil para iluminar y apoyar el trabajo de los profesionales de la psicología educativa, pues todos ellos se han llevado a cabo en las escuelas, se han realizado desde una perspectiva psicoeducativa y por tanto han estado bien contextualizados. A su vez, se trata de un monográfico que incluye avances teóricos, empíricos y metodológicos que pueden ser de utilidad para los investigadores que trabajan en el ámbito de la ciberconducta. Las propuestas procedentes de diversos países hacen que este monográfico tenga una naturaleza muy internacional y que ayude en la descripción y comprensión de los retos y riesgos de la ciberconducta con una dimensión que ha huido del localismo, sin dejar de incluir la atención al importante progreso que nuestra comunidad científica y educativa está teniendo en el campo de la atención a la investigación, la intervención y la prevención del bullying y el cyberbullying.

jueves, 20 de febrero de 2025

 La salud mental en el siglo XXIV

 Gro Harlem Brundtland1 

Gracias a las estadı´sticas de mortalidad, sabemos que durante el último siglo la esperanza de vida del hombre ha aumentado como nunca lo habı´a hecho, aunque no siempre ha sido ası´ para los pobres del planeta, que siguen sucumbiendo fa´cilmente a las habituales enfermedades mortı´feras. Mediante instrumentos como los AVAD (años de vida ajustados en función de la discapacidad) podemos analizar no tanto la forma de morir como la forma de vivir de la gente.

 La ventaja de los AVAD es que nos permiten cuantificar no sólo el número de defunciones sino también las consecuencias de las muertes prematuras y las discapacidades en una determinada población, combinando ambos factores en un solo indicador de la carga global de morbilidad. 

Con este cambio de perspectiva, algunas de las enfermedades ma´s mortı´feras, como el paludismo y la tuberculosis, mantienen su hegemonı´a. Sin embargo, las enfermedades mentales adquieren de repente una mucho mayor dimensio´n. Pueden no ser mortales de por sı´, pero provocan discapacidades prolongadas tanto en los paı´ses ricos como en los pobres, y van en aumento. ¿Por que´? Por muchas razones. La primera es que, con el aumento de la esperanza de vida, el cuerpo a menudo resiste mejor que la mente. Esto se manifiesta en los AVAD perdidos a causa de la enfermedad de Alzheimer y de otros tipos de demencia. La segunda explicación es que muchas sociedades y comunidades que habitualmente apoyaban a sus miembros más necesitados a través de los vı´nculos familiares y sociales ahora tienen muchos más problemas para hacerlo. En tercer lugar, no hay que olvidar los efectos obvios de las situaciones de guerra civil y de caos, ası´ como las amenazas más sutiles que a juicio de un colaborador del Boletı´n, constituyen «los cambios radicales de la sociedad en materia de tecnologı´a, los cambios experimentados por los pilares y entramados familiares y sociales, y la comercialización de la existencia, factores que podrı´an explicar la actual epidemia de depresiones y de otros trastornos psiquiátricos» (1). Estos factores, que considerados por separado pueden ser neutrales o beneficiosos, pueden agravar un entorno ya de por sı´ hostil para la salud mental. No nos llamemos a engaño respecto a la magnitud del problema: en todo el mundo, los trastornos mentales representan aproximadamente el 12% de todos los AVAD perdidos en 1998. El porcentaje es mayor en los paı´ses de ingresos altos (23%) que en los de ingresos bajos y medianos (11%). La depresión grave ocupa el quinto lugar en la clasificación de las 10 causas más importantes de morbilidad a nivel mundial, y esa enfermedad reviste idéntica importancia en los paı´ses en desarrollo. Después de la depresión grave, las causas que más contribuyen a la carga neuropsiquiátrica son la dependencia del alcohol, los trastornos afectivos bipolares y la esquizofrenia. 




En los paı´ses de ingresos altos, las demencias son la tercera causa más importante de morbilidad neuropsiquiátrica. A nivel mundial cinco de las 10 causas más importantes de discapacidad (depresión grave, esquizofrenia, trastornos bipolares, consumo de alcohol y trastornos obsesivos compulsivos) son problemas mentales. E´stos son tan importantes en los paı´ses pobres como en los ricos, y todos los pronósticos apuntan a que en los pro´ximos an˜os aumentarán espectacularmente. Esto me lleva a formular la segunda pregunta: ¿que´ podemos hacer para combatirlos? Existen algunas intervenciones sorprendentemente sencillas y bastantes baratas. El retraso mental es quizá´ el tipo de trastorno mental ma´s frecuente en los paı´ses en desarrollo, y su prevalencia se puede reducir simplemente an˜adiendo yodo a la sal, método que resulta muy barato. Las mejoras de la atencio´n obste´trica permitirán reducir aún más el problema. Un proyecto de demostración llevado a cabo en China ha puesto de manifiesto que simples intervenciones familiares, unidas al uso de medicamentos psicotrópicos, pueden reducir considerablemente el costo del tratamiento de la esquizofrenia.

 Los programas de rehabilitación psicosocial pueden ayudar a las personas con trastornos mentales graves, como la esquizofrenia, a convertirse en miembros productivos de la sociedad. Aunque hoy no es posible curar la demencia, existen intervenciones baratas y culturalmente idóneas que pueden ayudar a las familias y las comunidades a atender mejor a los afectados por ese trastorno. Existen un gran número de soluciones de ese tipo, y esto plantea un ultimo interrogante: ¿por que´ no se dispensa atención reconocidamente asequible y eficaz? En este caso también se distinguen varias razones, entre las cuales destacan las siguientes: la poca prioridad que se da generalmente a la salud mental, la centralización tradicional de los servicios de salud mental en grandes instituciones psiquiátricas y la escasa aplicación de estrategias de reconocida eficacia, ya sea por desconocimiento entre los agentes de salud y los responsables de dictar normas, por la deficiente organizacio´n y financiacio´n de los servicios, por la inexistencia de sistemas de garantı´a de la calidad o por la falta de medicamentos psicotrópicos esenciales. Se an˜ade a ello el estigma asociado a las enfermedades mentales, que a menudo disuade a los enfermos de buscar tratamiento, e incluso puede minar la disposicio´n a intervenir de los dispensadores de atención de salud mental. En definitiva, la salud mental depende en cierta medida de la justicia social; y las enfermedades mentales, dada su importancia, deben tratarse en la medida de lo posible en el nivel primario. Gran parte de la labor preventiva debe hacerse en el área de la mitigación de la pobreza y de la resolución de conflictos, y los planteamientos discutidos en los dos artı´culos siguientes deberı´an ayudar a frenar esta creciente amenaza para la salud en el siglo XXI.


martes, 18 de febrero de 2025

 Depresión y ansiedad en Universitarios 

Depresión y ansiedad 

La depresión es un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia persistente de tristeza y una pérdida de interés en actividades que las personas normalmente disfrutan, acompañada de una incapacidad para llevar a cabo las actividades diarias, durante 14 días o más (23). La OMS define la depresión como “sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración” (24). La depresión es el resultado de interacciones complejas entre factores sociales, psicológicos y biológicos. Quienes han pasado por circunstancias vitales adversas (desempleo, luto, eventos traumáticos) tienen más probabilidades de sufrir depresión. A su vez, la depresión puede generar más estrés y disfunción, y empeorar la situación vital de la persona afectada y, por consiguiente, la propia depresión (25). La ansiedad es parte de la existencia humana, es una palabra que se utiliza para describir diferentes condiciones mentales, además es considerada como un fenómeno que se encuentra arraizado en la sociedad moderna; es una emoción de alarma que se experimenta con inquietud, desasosiego, temor indefinido, preocupación desbordante y miedo a perder el control (26).


En la mayoría de las veces, las personas desarrollan algún tipo de ansiedad cuando se encuentran en situaciones que les genera preocupación o estrés. La ansiedad tiene diferentes etapas que van desde la media hasta la severa. Hace referencia a diferentes tipos de trastorno de ansiedad entre los más comunes es el trastorno de ansiedad generalizada (TAG) considerada ansiedad a largo plazo, y trastorno de ansiedad social (TAS) que se manifiesta con el aislamiento (27).

Impactos del confinamiento por el Covid-19 entre universitarios


Por lo general, las personas que soportan una situación de emergencia sufren antes, durante y después de la situación, problemas psicológicos que afectan en su estabilidad emocional y bienestar psicosocial. Las situaciones de emergencia causan malestar a la mayoría de las personas, que se manifiesta, por ejemplo, en forma de ansiedad y tristeza, desesperación trastornos del sueño, cansancio, irritabilidad o ira y/o dolor, depresión (28). La pandemia Covid-19 ha conllevado un confinamiento que puede haber afectado al bienestar social y emocional en la infancia y adolescencia. El miedo y la ansiedad por una enfermedad pueden ser abrumadores y causar emociones fuertes, incluso el impacto emocional de una emergencia en una persona puede depender de las características y experiencias de la persona, lacircunstancias sociales y económicas personales y de la comunidad, y así como de la disponibilidad de recursos locales (29).

Durante la pandemia del Covid-19, tanto los universitarios como la población en general, presentan problemas de estrés, ansiedad, miedo, tristeza y soledad. Es posible que, a causa de esto, empeoren los trastornos de salud mental (30).

Al respecto, la depresión y ansiedad es el resultado de la experiencia negativa que el estudiante presenta física o emocionalmente debido a estresores académicos como el espacio, la convivencia, la calidad y cantidad de actividades académicas y el ambiente humano que influyen en su normal desempeño (31). En la situación actual de confinamiento global en el hogar debido al brote del Covid-19, la mayoría de las personas están expuestas a situaciones estresantes sin precedentes y de duración desconocida. Esto puede no solo aumentar los niveles de estrés, ansiedad y depresión durante el día, sino también interrumpir el sueño. Es importante destacar que, debido al papel fundamental que juega el sueño en la regulación de las emociones, la alteración del sueño puede tener consecuencias directas en el funcionamiento emocional al día siguiente (32).

Pol. Con. (Edición núm. 67) Vol. 7, No 2, febrero 2022, pp. 2324-2344, ISSN: 2550 - 682

 Problemas de salud mental en la pandemia de Covid-19 

De la literatura existente, los estudios han señalado que se han aumentado las cifras Problemas de salud mental en la pandemia de Covid-19 De la literatura existente, los estudios han señalado que se han aumentado las cifras de diagnóstico de ansiedad a raíz de la pandemia de Covid-19. El diagnóstico de ansiedad frecuentemente se presenta con problemas de sueño y comorbilidad con depresión. Identificar las poblaciones con mayor riesgo de resultados adversos para la salud mental, incluidos los pacientes con Covid-19 y sus familias, individuos con morbilidad física o psiquiátrica existente, y trabajadores de la salud, es una tarea muy importante de la salud pública durante y después de la pandemia (33). En una pandemia, el miedo incrementa los niveles de estrés y ansiedad en individuos sanos e intensifica los síntomas de aquellos con trastornos mentales preexistentes, a saber, los pacientes diagnosticados con Covid-19 o sospecha de estar infectados pueden experimentar emociones intensas y reacciones comportamentales, además de miedo, aburrimiento, soledad, ansiedad, insomnio o rabia (34). Estas condiciones pueden evolucionar en desórdenes como depresión, ataques de pánico, síntomas psicóticos y suicidio, especialmente prevalentes en pacientes en cuarentena, en quienes el estrés psicológico tiende a ser mayor (35,36)

Aspectos psicológicos y social

El confinamiento ha sido una de las estrategias de salud pública internacionales para detener la propagación del Covid-19, la cual consiste en el aislamiento social y resguardo de las personas en sus hogares, implicando un cambio drástico en las actividades y en los comportamientos en la vida cotidiana, entre ellos, el trabajo y la educación en línea, así como las restricciones en la práctica de actividades fuera de casa, obligando a los ciudadanos a implementar nuevas formas de vida dentro del hogar ante esta contingencia. Desde la perspectiva de diversos estudios científicos realizados en diferentes naciones, el confinamiento durante las pandemias provoca impacto psicológico en las personas (37). Los niveles más altos de depresión en la población se relacionaron con la falta de apoyo social, el impacto económico y la percepción de vulnerabilidad ante el contagio por contar con deficiencias personales en la salud. Durante el confinamiento generado por la pandemia, el Instituto Nacional para el manejo de Desastres reportó los resultados de una encuesta realizada para identificar el impacto psicológico en una muestra poblacional en Chile, identificando que los universitarios reflejaron desesperación durante los primeros 9 días del brote, ansiedad entre los días 15 y 19; y enojo entre los días 20 al 31(38). 

Ésa sensación de incertidumbre así como las limitaciones secundarias a las medidas de aislamiento social preventivo, la posibilidad de que los planes a futuro se vean cambiados de forma dramática y la separación brusca del contexto social o familiar del paciente son catalizadores frecuentes de cuadros de depresión y ansiedad, los cuales en circunstancias de aislamiento social, se pueden presentar como parte de un trastorno adaptativo o una reacción de ajuste que, en muchas ocasiones, no amerita un tratamiento farmacológico (35). Metodología Diseño y tipo de estudio Se realizó una investigación de diseño documental con carácter descriptivo y exploratorio el cual permitió escoger artículos relacionados al tema, donde los autores exponen los resultados obtenidos del mismo, logrando así obtener un conocimiento amplio con respecto a la problemática planteada. Objetivo de investigación Evidenciar al Covid-19 como factor que desencadena la depresión y ansiedad en universitarios









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